Recorriendo las Redes Sociales, nos encontramos con una publicación del Dr. Ricardo Alfonsín, quien en su sitio oficial en Facebook compartió el siguiente pensamiento:
Hoy recordamos 46 años del derrocamiento del Presidente Arturo Illia. No fue un golpe más de los tantos que enlutaron a nuestra República desde 1930 hasta 1983: fue el derrocamiento militar con el silencio cómplice de vastos sectores sociales que abrió las puertas al horror de la represión, la persecución, el exilio que luego veríamos repetirse, agravados, en la dictadura iniciada en 1976. 

Los poderosos que históricamente combatieron la causa popular tenían motivos para derrocar a Illia. No era solamente su decencia lo que lo hacia grande: era su coraje para tomar decisiones como la anulación de los contratos petroleros o la ley de medicamentos. 

El día que lo echaron (y se volvió en taxi, tan humilde como había llegado) celebraron muchos dirigentes que se reivindicaban como parte del campo popular pero que nunca habían entendido a ese Presidente austero, paternal, que entre otras cosas le había consagrado a los trabajadores el salario mínimo, vital y móvil; y a la educación, los presupuestos más altos de la historia. 
Unos y otros, después, le pidieron perdón. Ese 28 de junio de 1966, Illia salia de la Casa Rosada para entrar en el corazón de todo el pueblo: con su derrocamiento perdíamos una de nuestras últimas ilusiones, y abríamos la puerta del infierno que recién cerramos en 1983.
Un viejo afiche conmemorativo de su figura decía: "En su espejo no pueden mirarse los mediocres". 
Gracias Presidente Illia por su trayectoria de decencia y entrega, por ser uno de los faros que ilumina el camino del pueblo radical y por enseñarnos a los argentinos todos que hay una autoridad mayor que la de la fuerza y es la autoridad del ejemplo, la que demuestra, como nos legara Crisólogo Larralde, que "en el desprecio de todo poder está el verdadero poder".

FUENTE:
Ricardo Alfonsín (Sitio Oficial en Facebook)