“Hace hoy treinta años, cuando la dictadura militar iniciaba su desbandada después de Malvinas, moría en Córdoba Arturo Illia. Tenía 83 años. Había sido presidente de la Nacion entre octubre de 1963 y junio de 1966, cuando lo derroco un golpe militar ante la indiferencia, si no el aplauso, de gran parte de una sociedad que volvía a poner sus esperanzas en las espadas.

En pocos meses el gobierno del dictador Juan Carlos Ongania había entrado a palo y machete en las universidades, rebajando los salarios y devaluado el peso. Se terminaba un país en el que había crecido el producto bruto interno, había mermado la deuda externa y que dedicaba a la educación el porcentaje de su presupuesto más alto de la historia. Illia no fue, ni por lejos, el político débil, ingenuo, indeciso que sus enemigos, y algunos amigos, pero en especial la propaganda golpista de entonces hizo creer a gran parte de la sociedad. 

Es cierto que llego al poder limitado por la proscripción del peronismo y con un poco mas del veinte por ciento de los votos, pero las reglas para las elecciones de 1963 no fueron dictadas por Illia y si fueron seguidas por todos quienes aspiraron a la presidencia, entre ellos hombres con concepciones políticas diferentes como el general Pedro Eugenio Aramburu y Oscar Alende.

No fue su supuesta debilidad lo que derroco a Illia, si no algunas decisiones de su gobierno, como anular los contratos petroleros que favorecían empresas norteamericanas, y sancionar una ley de medicamentos que afectaban los intereses de los poderosos laboratorios extranjeros. 

El proyecto de país de Illia no coincidía con el proyecto que el liberalismo pergeñabas en los cabildeos militares de los que participaba Álvaro Alsogaray, que llego a proponer a su hermano, el general Julio Alsogaray, para suceder al presidente a derrocar, según el relato del historiador Gregorio Selser en un libro inolvidable, y casi inhallable “El onganiato”.

La historia rescata su austeridad, su honestidad, el haber vivido y muerto en la pobreza. Sin embargo, es la obstinada convicción democrática de Illia el rasgo que mejor lo retrata hoy, cuando su partido atraviesa la mayor crisis de la historia.

Es también la cualidad que se rescato hace treinta años, en los encendidos y tardíos discursos de homenaje con que se honro a un hombre que defendió siempre la democracia, aunque la democracia hubiese sido incapaz de defenderlo”.

En enero de 1982 Illia recibió el premio internacional Mahatma Gandhi por los servicios prestados para la humanización del poder. Al día siguiente de su vil derrocamiento, Illia convoco al escribano mayor de gobierno con el fin de hacer una pública manifestación de sus bienes. 

El 12 de octubre de 1963, cuando asumió la primera magistratura de la republica, poseía una propiedad en cruz del eje obsequiada con el aporte de 4000 vecinos que habían contribuido individualmente con un peso moneda nacional, sus útiles de consultorio, un automóvil y un depósito bancario de 300.000 pesos, mientras que a la fecha de su distribución, seguía teniendo la casa, pero había perdido el automóvil y el saldo del banco. 

Por otra parte, durante los 32 meses de gobierno, di puso de 80 millones de pesos anuales para gastos reservados, sobre cuales no estaban obligados a rendir cuentas, de los 240 millones durante los años 1964, 1965, 1966, solo utilizo 20 millones restante a la Tesorería General de la Nación.

Illia era un medico de excepcionales pericia y certero diagnostico. Incluso realizo investigaciones con el doctor Salvador Mazza sobre paludismo y mal de chagas en la provincia de Córdoba, probando que las enfermedades endémicas no solo proliferaban en zonas pantanosas como se creía sino que también las misma podían darse en regiones desérticas y de bajos regímenes pluviales.

FUENTE:
Diccionario Biografico Nacional U.C.R. (Tomo 2) de Enrique Pereira